He aquí una historia real acerca de cuatro personas comunes y corrientes conocidas como: “TODOELMUNDO”, “ALGUIEN”, “CUALQUIERA” y “NADIE”, que vivían juntas. Ocurrió que un día se presentó un importante trabajo que debía llevarse a cabo con prontitud. TODOELMUNDO estaba seguro que ALGUIEN lo haría. Lo cierto es que CUALQUIERA pudo haberlo hecho… Pero NADIE lo hizo. ALGUIEN se enfadó mucho, ya que era un trabajo para TODOELMUNDO. TODOELMUNDO, por su parte, pensó que CUALQUIERA podía hacerlo, pero NADIE comprendió que no lo haría. El incidente terminó en una forma muy desagradable, ya que TODOELMUNDO culpó a ALGUIEN cuando NADIE hizo lo que CUALQUIERA pudo haber hecho.
Permítanme que utilice esta historia que desde hace años me acompaña, para invitarles a esta reflexión que bien podría representar nuestra actual sociedad, por no hablar de nuestra clase política; pero no quiero hacer más demagogia si cabe acerca del nivel de algunos de los dirigentes en los que hemos depositado nuestra confianza. Me gustaría más bien centrarme en lo que esta reflexión nos lleva al mundo empresarial, donde por desgracia también se ve reflejada esta realidad.
Estoy seguro de que todos hemos vivido alguna situación que se le parece bastante, situaciones donde NADIE (incluidos nosotros mismos) hizo lo que debería y nos quedamos perplejos ante la pasividad de TODOELMUNDO. Pero, ¿qué se puede hacer para evitar este tipo de situaciones?
Para mí hay dos focos donde debemos fijarnos para que estas situaciones no se produzcan. El primero de ellos está centrado en el método y el segundo en la actitud, aunque si les soy sincero, no me atrevo a ponderar en qué grado uno es más importante que el otro, y es que, «tanto monta, monta tanto». Intento explicarme…
Muchas organizaciones basan todo su esfuerzo en establecer una metodología, unos procesos robustos, procesos donde todo está tan claro que parece imposible que las cosas no se hagan, pero creo que todos somos conscientes que si sólo nos fiamos de los procesos y olvidamos que estos procesos están operados por personas que deben tener una adecuada actitud para llevarlos adelante, fracasaremos estrepitosamente; y, por el contrario, si todo lo fiamos a la buena voluntad de las personas, en muchas ocasiones esto tampoco es suficiente.
Por eso me gustaría hacer mención especial a la importancia de buscar el adecuado equilibrio entre estas dos premisas empresariales, modelo/método y actitud para conseguir los resultados esperados.
Hoy en día se puede implantar en nuestras organizaciones diferentes Modelos de Gestión que nos sirven de guía y que tanto pueden ayudar a cumplir con los cometidos que se nos plantean. Entre los Modelos más usuales, podemos destacar el “Modelo de Gestión Avanzada” (que parece está consiguiendo muy buenos resultados en muchas empresas navarras), o modelos tipo EFQM que llevan años funcionando en organizaciones con diferentes realidades.
Creo que toda organización que se precie necesita tener una guía, un modelo que le marque las grandes líneas. No tiene por qué ser un sistema especialmente complejo, pero todos necesitamos unos parámetros que nos lleven a nuestros objetivos y nuestras empresas no difieren mucho a este respecto.
Pero como decía al comienzo de esta reflexión, si ponemos todo el método del mundo, pero los «tractores» que deben llevar adelante esas responsabilidades no quieren hacerlo, el fracaso está garantizado y créanme, esta es la parte verdaderamente compleja en la gestión. Establecer procesos es moderadamente sencillo, lo complicado es generar en nuestras organizaciones un estilo de gestión que consiga alinear las actitudes de todos los miembros del equipo con el modelo definido.
Todos sabemos que uno de los males endémicos de muchas empresas es la inacción, la dejadez de los miembros del equipo, que por desgracia es muy contagiosa y se extiende como una epidemia. Todos hemos podido ver a lo largo de nuestra carrera múltiples casos donde la dejadez de un grupo de personas (más grave si cabe en la Dirección) genera que el resto de compañeros se borren, ya que «si éstos no hacen nada, no nos vamos a comer nosotros su trabajo».
Por eso, siempre he creído que no hay mejor método para contrarrestar estas actitudes y que vuestros equipos cumplan sus cometidos que el propio ejemplo personal. El otro día leía un tweet que me encantó, decía algo así como «el mundo cambia con tu ejemplo, no con tu opinión» y qué razón tenía. Pocos casos conozco donde un buen líder, con implicación y entregado a sus proyectos, esté rodeado de personas que se «borren». Es difícil ir contracorriente, y si todas las personas del equipo suman y se entregan, la manzana podrida llama demasiado la atención dentro del cesto y en este caso no suele contagiar al resto, más bien acaba saliendo del mismo porque continuamente queda en evidencia.
Por tanto, y por ir cerrando esta reflexión, creo que no debemos perder de vista lo que nos aportan a las organizaciones los modelos empresariales rodeados de buenas actitudes, pero no olviden la historia con la que he comenzado esta reflexión porque si alguna vez se encuentran en una de esas situaciones, piensen que usted también es CUALQUIERA y parte de culpa de lo que no se ha acabado haciendo también es suya, así que pongámonos «manos a la obra».
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